Esta fue la primera pregunta científica que Manuel Sarasa se planteó, cuando aún no había cumplido 13 años. Años después, convertido en investigador, llegaron más preguntas: ¿Cuál es el sustrato molecular de los recuerdos? ¿Qué reacciones químicas tienen lugar para que existan? Esto fue lo que le llevó, a finales de los 80, hasta el Alzheimer. Ahora, a sus 54 años, Neurobiólogo, Embriólogo, Anatómico, Veterinario y fundador de Araclon Biotech, está convencido de haber encontrado las claves que pueden acabar con la llamada “Enfermedad del Olvido”, cuyo impacto mundial se estima en más de 400.000 millones de euros entre atención médica, tratamientos, pérdida de productividad de pacientes y cuidadores, etc. Ante semejantes cifras, las estimaciones de los expertos sobre el número de pacientes, adelanta un terrible escenario.
En Araclon, cuya vacuna comenzará en breve los ensayos en personas, son optimistas. “Si nuestros planes se cumplen-se aventura Sarasa-, podríamos tener el compuesto aprobado para comercializarlo antes del 2018”.
Hace 5 años que dos norteamericanos habían aislado y secuenciado la proteína beta-amiloide, el gran villano de esta historia. Aquello relanzó las investigaciones de la dolencia, desde que Alois Alzheimer, identificara la dolencia a principios del siglo XX. Hoy en día el consenso médico relaciona el Alzheimer con una alteración en el comportamiento de esa proteína en nuestro organismo. Pude ser por exceso de producción, que el cuerpo no la elimina de forma adecuada o ambas cosas a la vez, la cuestión es que, cuando se deposita en la corteza cerebral, comienza el proceso destructivo neuronal que conduce al Alzheimer. El asesino, dicho de otro modo, está dentro de nosotros y los intentos por encontrar una cura pasarían por controlar la producción de esta proteína.
La clave para el Dr. Sarasa siempre fue la aproximación al problema. “Hemos descubierto que con un sencillo análisis de sangre se puede saber si el paciente está desarrollando la enfermedad, y eso es básico para nuestra vacuna”. En otras palabras, si se controlan los niveles de la proteína en sangre, se podría evitar el exceso de producción y/o su depósito en la corteza cerebral.
El diagnóstico temprano ha sido una de sus guías, más somos seres inteligentes y sabemos engañarnos y engañar a los demás. El enfermo percibe pérdidas de memoria, pero, en vez de avisar, usa trucos como ponerse notas para que no se le olviden las cosas. Se estima que menos de la mitad de los enf. de Alzheimer están diagnosticados, y si dividimos el desarrollo de la enfermedad en seis etapas, el diagnostico suele llegar en la fase cinco o seis.
Mi idea siempre fue buscar un fármaco que impida el arranque de la enfermedad o que la detenga en un estadio inicial, antes de que desate el proceso neurodegenerativo. Su primer producto es un Kit para medir el beta-amiloide en sangre, en los ensayos hacemos un seguimiento a personas con deterioro cognitivo leve [sufren déficit en la memoria y otras áreas cognitivas, pero se valen por sí mismas], un estadio previo a la enfermedad y hemos descubierto que a medida que pierden capacidad cognitiva se alteran los niveles de dos proteínas beta-amiloide: la 40 y la 42 [el nº indica la cantidad de aminoácidos, componente básico de las proteínas, que conforman cada una] . Estos hallazgos -aclara Sarasa- nos permiten ser muy específicos en el diseño de la vacuna para saber a qué diana debemos apuntar. En las investigaciones llevadas a cabo en la inoculación de la vacuna se han producido anticuerpos frente a los beta-amiloide 40 y 42 y se reducen el nivel de esas proteínas en sangre y cerebro.
La combinación de diagnostico temprano y vacuna preventiva abriría la puerta al fin del Alzheimer.
La investigación es perseverancia, dedicación, pelearte, convencer… ahora podemos presumir de tener una propuesta íntegramente Española y millones de personas esperan que sea una realidad.