Un grupo de investigadores ha desarrollado técnicas de encapsulación para
administrar correcta y eficazmente fármacos. Su objetivo es mejorar los
tratamientos de las enfermedades de Alzheimer y Parkinson, cada vez más
prevalentes en la sociedad. De hecho, ambas dolencias afectan a las neuronas:
pierden su estructura y función, lo que provoca el deterioro las funciones
motoras, cognitivas, sensoriales y emocionales del paciente.
En muchos casos, los fármacos utilizados en ambas patologías no hacen sino
mitigar sus síntomas, no actúan sobre el origen de la enfermedad. Para llegar
hasta las neuronas, los medicamentos deben atravesar la barrera
hematoencefálica, un objetivo nada sencillo. Según la investigación, los
factores de crecimiento se encapsularían para administrarlos con gran eficacia
y seguridad. Es decir, se introducirían en micro y nanocápsulas y se
implantarían en el cerebro mediante una craneotomía. Así, los fármacos se liberarían
en el lugar donde deben actuar, de una manera constante y en la dosis
apropiada.
Las micro y nanopartículas liberarían los factores de crecimiento entre 2-3
meses a un año, hasta que se
degradara el polímero. De esta manera, se evitaría que el paciente tuviera
que tomar el medicamento diariamente, pero en experimentos realizados con ratones también se ha
comprobado que los fármacos encapsulados son mucho más eficaces que los tomados por vía oral. Los
ratones tratados con nanopartículas mejoraron
notablemente en comparación con un grupo control, tanto en el comportamiento como en la cura de las zonas dañadas. Tres meses después de
realizar el tratamiento, los ratones tratados tenían buena memoria, similar a la de los ratones
sanos. Mediante un análisis histológico, se comprobó que las placas de β-amiloide que se desarrollan en
la enfermedad de Alzheimer habían disminuido sustancialmente, así como la inflamación, y que la
angiogénesis se había intensificado.
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