Ética y Buenas Prácticas

Podriamos definir Buenas Prácticas en Atención a Personas con Alzheimer, aquellas que van acordes con el nivel de conocimiento científico-técnico, en una estructura de Asociacionismo donde la humanización, el apoyo y el cariño son el hilo conductor. Respondiendo a necesidades sociales y como siempre adecuandonos al nivel socioeconómico disponible. En un servicio Público de Salud hay que tener una dimensión universal y de justicia social. Todo ello en un contexto ético de respeto a las personas diagnosticadas de Alzheimer y a sus cuidador@s. A. López

martes, 22 de mayo de 2012



No existe un enfermo de Alzheimer sin un cuidador.
En general, la enfermad de Alzheimer no se conoce en profundidad por parte de la sociedad en general.
Cuando un familiar se hace cargo de un enfermo se encuentra desorientado y con mucha desinformación. Nadie está preparado para asumir esta tarea, y quienes la asumen la van aprendiendo a medida que la van realizando.
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No se trata sólo de atender a un enfermo, sino que la enfermedad conlleva un conjunto de problemas se acrecientan cada día a medida que el enfermo pierde su autonomía. Existen múltiples aspectos psicológicos, físicos y económicos derivados de esta carga y a los que el cuidador debe hacer frente.

El cuidador asiste al deterioro progresivo del familiar enfermo que abandona sus actividades, que no reacciona de la misma manera a las emociones, que sufre estados depresivos... en definitiva, que parece convertirse en otra persona.

Frente a estos cambios, el cuidador acostumbra a reaccionar de dos formas totalmente distintas. La primera es una actitud de negación, en la que sigue tratando al enfermo como si no lo estuviera. La segunda es adoptando una actitud protectora que le lleva a restringir la libertad de movimientos del enfermo.
Ambas actitudes son negativas tanto para el enfermo como para el propio cuidador. Lo aconsejable es consultar al médico para estar lo más preparados posible y enfocar de forma constructiva la nueva situación.

Los cuidadores acostumbran a ser los familiares más allegados, éstos prefieren tener al enfermo en casa para prestarle ayuda personalmente y controlar la situación. De hecho, el 60% de los cuidadores se niega a ingresar al enfermo en una residencia o a medicarle.
A pesar de ello, es una decisión difícil y que debe ser meditada ya que no todas las familias se encuentran en situación de poder cuidar a un enfermo, tanto psicológicamente como económicamente.

Los cuidadores abandonan sus propias vidas para encargarse de abastecer las necesidades básicas de los afectados de enfermedad de Alzheimer. En esos momentos difíciles, es muy importante para el enfermo recibir afecto, además de cuidados.

Esta dedicación completa conlleva una serie de problemas que los cuidadores están dispuestos a asumir con el fin de poder darles cariño y apoyo. Una de las consecuencias es el estrés, un factor precipitante de muchas enfermedades.
Para ello se creó “LA LEY de DEPENDENCIA”

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